Desde una cierta perspectiva histórica resulta inverosímil que desde ciertos sectores de Calp se siga abogando por la receta del ladrillo como solución a la situación actual; aplaudir el origen del mal como si fuera la solución inmediata del mismo; para los intereses creados y el ciudadano desmemoriado desde luego que sí.
Lejos de poner en duda un modelo que ha demostrado su insostenibilidad ya no solo económica, sino también social y medioambiental, aún hay quien alaba la capacidad cortoplacista de llenar bolsillos y crear empleo. Un enfoque torpe y usurero que con facilidad hipotecará el futuro de las generaciones calpinas que están por venir.
Es triste que el término “sostenibilidad” se haya desvirtuado en boca de quienes la proclaman, sin saber ni siquiera deletrear su significado; que el único dinero invertido en esa área sea para publicidad y membretes, mercadotecnia carísima que lejos de dar esperanza produce cinismo.
La estrechez de mente, la falta de valor y algún que otro interés espurio han atrapado a este pueblo a estar sometido a un Plan General caduco, ineficaz y peligroso. No hay partido político que haya visto la necesidad de realizar una reordenación y nueva redacción del mismo desde una perspectiva real de sostenibilidad, olvidado en “yo” presente y pensando en el “nosotros” futuro. Una clase política mediocre y vendida a su propia incompetencia ha preferido poner parches al Plan General de Ordenación Urbana, nunca exento de cierto tufillo de arbitrariedad oportunista y siempre condescendiente con los generosos caciques locales, sí, los de siempre.
No pocas son las voces que pregunta abiertamente “ ¿que habéis hecho con este pueblo?” con tono de lástima y preocupación; cuando se nos responde : crear empleo o evolucionar, sólo cabe bajar la cabeza con vergüenza ajena y frustración ante un interlocutor que no ha entendido nada.
Los intereses económicos, la desidia y la persecución del pensamiento crítico son los que mandan convertir este pueblo en un cementerio, a nadie le interesa escuchar hablar sobre el destrozo voluntario del litoral a cambio de un enriquecimiento rápido, el “sálvese quien pueda” y la ilusión de prosperidad . Nadie se plantea abiertamente cuestionar la obsolescencia de un Plan General que permite barbaridades urbanísticas que llegan a desvirtuar la imagen del pueblo.
El modelo del ladrillo nos genero una crisis virulenta y daños irreparables a nivel generacional; ahora cuando el recuerdo empieza a desvanecer se intenta resucitar esta fórmula suicida. Poco hemos aprendido si estamos de acuerdo con tal modelo de crecimiento salvaje y destructor.
Ahora, con la construcción del nuevo edificio de 34 plantas comprobamos con tristeza que en Calp siempre se tropieza con la misma piedra — con la especulación salvaje–; nunca aprendemos de nuestro pasado. Cometeremos siempre el mismo error hasta que, por fin, la historia acabe por condenar nuestra desidia y pasividad.
El mejor legado sería una legislación restrictiva en materia urbanística y una clase política que fuera capaz de explicar que en ocasiones menos es más.
En Calp urge ya una Revisión del Plan General para evitar nuevos monstruos urbanísticos que acaben por matar el turismo y nuestra convivencia.
No olvidemos que, especialmente en ecología y economía, la palabra “sostenible”, una vez liberada de su envoltura político-propagandística, hace referencia a algo que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente.
A ver si de una vez, por fin aprendemos en Calp de nuestros errores del pasado.
Asociación Cultural y Ecologista de Calp